- ¿Lo conoces? -le pregunté.
- No -me mintió. Y sonrió. Tenía tres cosas irresistibles. La voz, los labios y la mirada miope tras los cristales de las gafas. Pero también me gustaba lo demás. Y cuando, al fin, la tomé en mis brazos, el hombre oscuro irrumpió en la habitación y me mató a balazos. Al parecer, ella siempre lo hacía así. Era una manera como otra cualquiera de proporcionarle la mayor intensidad al orgasmo y sin verse involucrada en compromisos sentimentales después.
G. S.
=O
ResponderEliminar