viernes, 6 de agosto de 2010

Un día en la vida de Gonzalo Suárez

El otro día me cito una mujer en su casa. Abrí la puerta y abrió las piernas. Fue una bonita manera de decirme "hola". Pero fingí no advertirlo. Me asomé a la ventana. Había un hombre vestido de luto en la acera. Era el hombre más oscuro que había visto en mi vida a la luz del sol. No presagiaba, por supuesto, nada bueno.
- ¿Lo conoces? -le pregunté.
- No -me mintió. Y sonrió. Tenía tres cosas irresistibles. La voz, los labios y la mirada miope tras los cristales de las gafas. Pero también me gustaba lo demás. Y cuando, al fin, la tomé en mis brazos, el hombre oscuro irrumpió en la habitación y me mató a balazos. Al parecer, ella siempre lo hacía así. Era una manera como otra cualquiera de proporcionarle la mayor intensidad al orgasmo y sin verse involucrada en compromisos sentimentales después.

G. S.

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